Alberto Ramírez


Sumidos en la pena y el dolor, estamos este lunes, ante el fallecimiento repentino ayer domingo, del hermano y colega Enrique Alberto Ramírez.  La clase  periodística, todos, hemos perdido uno de nuestros más connotados representaantes.

Tuve la dicha de conocer a ese hombre sencillo, humilde, de gran corazón y trayectoria intachable cuando trabajé para el vespertino El Nacional y él, en la secretaría de Agricultura, creo que en el área de Relaciones Públicas, en la gestión del ingeniero Amílcar Romero. Eso fue entre 1996 y 2000. Más luego seguí sus pasos cuando estuvo trabajando para la Delta Comercial en la época de don jacinto Peynado que en paz descanse y luego en accionar en la OMSA, Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses.

Alberto era diligente en su trabajo, atento con sus compañeros de labores y de un trato muy cordial para quienes laboramos en los medios. Escribía para varios diarios y dirigía el departamento de Relaciones Públicas del Senado. ¡Era un fajador!

Libro
El periodista Enrique Alberto Ramírez puso en circulación el pasado mes de octubre el libro “La Extraña soledad de Mon”, el primero de su autoría, en un acto que tuvo lugar en el Centro Cuesta del Libro, según una nota escrita por el colega Felix Morillo, de la sección ¿Qué Pasa? de ese diario.

Ramírez describe en esa obra a un personaje de la vida real que vivió en soledad, apartado de la sociedad, hasta morir de la misma forma en que vivió y cuyo deceso ocurrió a propósito de residir en un ambiente de insalubridad, lo que provocó su muerte por consumir alimentos con orina de ratas (Leptospirosis), relata Morilo.

En esa oportunidad, Ramírez dijo tener interés de que su publicación llegue al mayor número posible de jóvenes, para que aprendan lo importante que es mantener una vida humilde y sin conflictos, “separados de la avaricia y del vicio de las drogas y de la corrupción”. ¡Así vivió Alberto!

La obra, escrita con palabras llanas y fáciles de entender, nos relata Morillo en su crónica de El Nacional,  fue presentada por el profesor y comunicador Lipe Collado, quien precedió en la palabra a la licenciada Verónica Sención, quien habló en nombre de Cuesta.

El prólogo del libro fue escrito y leído por el periodista José P. Monegro, subdirector del periódico El Día, quien destacó que Alberto Ramírez “pone en manos del lector un relato urbano con un género poco expandido en un país que cada día tiene mayor concentración poblacional en sus ciudades”.

Alberto Ramírez fue y es un hombre bueno. Dios lo tenga en su justo lugar y reconforte a su esposa Miriam Ivelisse Polanco y sus cuatro hijos: Jenniffer, Starling, Lisellotte y Jaqueline, en este momento de pesar. ¡Adios hermano Alberto... hasta siempre!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desaparición de Euri yariel Sepulveda Meran: Últimos Detalles

Vuelve Haina de Jazz, enfocado siempre, en llevar un buen concierto a la población (2 de 3)

VIERNES 11 DE OCTUBRE