UNA HISTORIA DE LA VIDA REAL ¡Los muchachos no van a velorio…, carajo!
Don Mirobel era un viejo corpulento. De rostro esquivo. Con unos ojos pequeños aunque saltones y que parecía tener unas pequeñas bolsas que le colgaban de la parte inferior de cada uno de ellos. De manos negras y gruesas, ese viejo pesaba casi dos quintales el día que se murio... Apenas tenía siete años cuando la profesora Julia, del segundo grado, nos dio una muy mala noticia. Todos los alumnos de aquel curso, de la escuela San José, donde hoy funciona el dispensario con el mismo nombre, nos quedamos con la boca abierta, pasmados de susto: - “Don Mirobel se murió”, dijo la maestra con voz ronca al tiempo que advirtió en tono amenazante y con palabras más firme: “Los muchachos no van a velorio, entienden”. - Si profe, fue la respuesta al unísono de todos los alumnos, cual si hubriamos ensayado por semanas lo que íbamos a decir. Don Mirobel era un viejo corpulento. De rostro...