RECORDANDO A LEONEL CONCHA
Hace unos días mientras guardaba unos libros me encontré con la décima edición de “La Vida en Broma”, de Leonel Conha, aquel viejito chulo que conocí y traté casi desde finales de los años 90 hasta principios de 2003.
Recuerdo como ahora el día que Concha con una sonrisa a flor de labios me llevó a la oficina que compartía con Emilio Ortiz en El Nacional los diez tomos de su obra:
- Mira viejo del carajo, yo no estoy comprando libros, no me vengas con esa vaina.
- No, pero yo no te los estoy vendiendo- me dijo con sonrisa pícara.
- ¡Son tuyos, yo te los regalo!
Pero como el mismo decía que la mitad de las cosas no las creía y la otra mitad la ponía en dudas, medio le creí y me quedé con los libros en la oficina.
A las doce menos cuarto, casi a la hora de salida de la redacción de El Nacional, llega Concha y me vocea:
- ¡Hey tu maldito negro! (Era una de sus frases preferidas y un elogio a quien se la decía):
- Me debes mil pesos y si tu quieres, véndelos a 150 pa´que te ganes algo.
Ese viejito de la porra me había vendido diez ejemplares de su obra La Vida en Broma y yo ni me había dado cuenta. Esta es una obra de la que Koldo dijo una vez dijo: “Dentro de unos años, cuando ya no quede ni memoria de lo que fuimos, cuando ya ni siquiera seamos, nada mejor que “La Vida en Broma” de Leonel Concha, para dejar constancia histórica, y sobre todo divertida, de lo que nos perdimos”.
No me arrepiento de la compra que hice y si les digo que vendí alguno de esos libros les hablo mentira; me quedé con ellos, los leí, los releí y he vuelto a leerlos. Un día presté dos, tres, cuatro ejemplares y hoy mi colección está incompleta pero estoy feliz, pues alguien además de mi disfruta de “La Vida en Broma”, una de las columnas periodísticas más leídas de la prensa nacional y guardo en mi memoria el recuerdo de una de las personas de las que más he aprendido en el ejercicio de mi profesión: Leonel Concha, donde quiera que estás viejo vagabundo, tengo la idea de que sigues cogiendo la vida en broma…
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Recuerdo como ahora el día que Concha con una sonrisa a flor de labios me llevó a la oficina que compartía con Emilio Ortiz en El Nacional los diez tomos de su obra:
- Mira viejo del carajo, yo no estoy comprando libros, no me vengas con esa vaina.
- No, pero yo no te los estoy vendiendo- me dijo con sonrisa pícara.
- ¡Son tuyos, yo te los regalo!
Pero como el mismo decía que la mitad de las cosas no las creía y la otra mitad la ponía en dudas, medio le creí y me quedé con los libros en la oficina.
A las doce menos cuarto, casi a la hora de salida de la redacción de El Nacional, llega Concha y me vocea:
- ¡Hey tu maldito negro! (Era una de sus frases preferidas y un elogio a quien se la decía):
- Me debes mil pesos y si tu quieres, véndelos a 150 pa´que te ganes algo.
Ese viejito de la porra me había vendido diez ejemplares de su obra La Vida en Broma y yo ni me había dado cuenta. Esta es una obra de la que Koldo dijo una vez dijo: “Dentro de unos años, cuando ya no quede ni memoria de lo que fuimos, cuando ya ni siquiera seamos, nada mejor que “La Vida en Broma” de Leonel Concha, para dejar constancia histórica, y sobre todo divertida, de lo que nos perdimos”.
No me arrepiento de la compra que hice y si les digo que vendí alguno de esos libros les hablo mentira; me quedé con ellos, los leí, los releí y he vuelto a leerlos. Un día presté dos, tres, cuatro ejemplares y hoy mi colección está incompleta pero estoy feliz, pues alguien además de mi disfruta de “La Vida en Broma”, una de las columnas periodísticas más leídas de la prensa nacional y guardo en mi memoria el recuerdo de una de las personas de las que más he aprendido en el ejercicio de mi profesión: Leonel Concha, donde quiera que estás viejo vagabundo, tengo la idea de que sigues cogiendo la vida en broma…
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