Insisto: este país hay que cambiarlo
Es verdad, antes, cuando uno iba por un lado y tenía que cruzar entre un grupo de personas, decía con permiso y hasta que se nos decía concedido no cruzábamos; cuando solíamos salir de la casa a trabajar, a la escuela o a cualquier lugar, siempre alguien nos decía: "vaya usted con Dios" a lo que de inmediato respondíamos: "Que él quede con usted".
Pero de un tiempo a esta parte, nadie tiene que ver con nada ni con nadie; si voy a cruzar por un lugar en vez de permiso, le voceo a la gente que se eche a un lado, que se quiten de ahí; si voy a salir y a alguien se le ocurre preguntar hacia dónde me dirijo lo más que puedo decirle es que eso no les importa y para qué carajo debo dar explicaciones si ya soy grande.
Nuestra sociedad, cada día va de mal en peor. Así va el transporte público de pasajeros, el servicio que ofrecen los servidores públicos en las distintas dependencias del Estado (con algunas excepciones claro) y hasta el trato a nivel familiar.
Antes, no hace mucho tiempo, daba gusto montarse en un carro de concho, limpio, con un chofer que le correspondía con una sonrisa al saludo mañanero, que cubría su ruta completa y uno no tenía el temor de ser asaltado. Daba gusto montarse en una ruta de guagua con chofer uniformado, con kepis, corbata... ¿se acuerdan? ¡Que tiempos aquellos!
Ahora, uno no se monta en una guagua: se trepa como puede y no aborda un carro público, se sube y vámonos que es tarde.
De un tiempo a esta parte, una cantidad inmensa de personas, se ha dedicado al servicio de transporte de pasajeros; a pesar de la carestía de los vehículos, las piezas, los lubricantes y los combustibles que en las últimas semanas ha empezado a bajar de precio de manera considerable, aunque no lo suficiente según los dueños del país.
Muchos choferes de concho, realizan un trabajo digno de elogios; otros, los menos por suerte, salen casi a asaltar a la población en carros y guaguas desvencijados, reciclados una y mil veces en talleres improvisados, con instalaciones de cilindros de gas que los convierten en bombas de tiempo y nadie dice nada.
Sin embargo, cuando se trata de subir los precios de los pasajes, esos prohombres del volante son los primeros en decretar alzas fuera de lo razonable; pero cuando se trata de redefinir los precios del pasaje hacia la baja pues los combustibles van en picada, los dueños del país (esos sindicalistas que en nada se parecen a los de otros tiempos no muy lejanos), se atreven a desafiar a la autoridad y hasta a descalificarla.
Se han perdido los valores morales y sociales de nuestro pueblo, las familias están dispersas cada quien por su lado y a los demás, que se los lleve quien no los trajo, que se las arreglen como puedan. El gobierno y los gobiernos, han perdido autoridad por delegación y por hacerse unos y otros de la vista gorda ante tantos abusos contra una población digna de mejor suerte e indefensa. Que alguien meta su mano...
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